Cada verano, desde hace cuarenta años, el Club Médico se convierte en un punto de encuentro único para cientos de niños y adolescentes, quienes encuentran en sus 13 hectáreas de áreas verdes un espacio donde la recreación y el aprendizaje van de la mano. La idea que nació en los años 80 de la mano de tres profesores de educación física, ha evolucionado y madurado hasta convertirse en una tradición entrañable para toda la comunidad médica. Con actividades deportivas, artísticas y al aire libre, las colonias de verano no solo han sido un espacio recreativo, sino también una verdadera escuela de vida que hoy celebra su legado y se proyecta hacia nuevas generaciones.
El comienzo de un sueño hecho realidad:
Para Antonio Mondaca, la historia de las colonias comenzó como un desafío sencillo, impulsado por la amistad y la vocación. “Partimos muy modestamente”, recuerda. “Éramos tres profesores, todos amigos, y nos plantearon la posibilidad de hacernos cargo de un programa de verano en el Club de Campo. Era todo campo, puro campo, con un par de instalaciones básicas”. Junto a Sergio Garrido y Juan Esteban Fernández, Antonio se embarcó en esta aventura sin imaginar que sería el inicio de una tradición que transformaría cada verano.
“Recorríamos en buses las calles de Santiago, recogiendo niños en distintas esquinas antes de llegar al club”, relata Antonio. “Al llegar, los niños se sumergían en actividades todo el día, separados por edades. Con pocos recursos, pero mucha dedicación, creamos un espacio que combinaba deporte y compañerismo, y hoy, cuarenta años después, ese espíritu sigue ahí”.
Francisco Mondaca, su hijo y uno de los primeros colonos, describe aquellos veranos como experiencias inolvidables. “Fui el colono más joven de la primera generación”, cuenta Francisco, quien aún recuerda la libertad de correr por el campo, cazar saltamontes y construir barcos para las carreras en el canal de agua que cruzaba el área de picnic. “Era un campo, pero para nosotros era un mundo completo, lleno de aventuras. Y al crecer, me di cuenta de que lo que vivimos allí era algo único. Hoy, como profesor, trato de transmitir esa misma magia a los niños de ahora”.
De colonos a profesores y algo más:
Las colonias no solo impactaron a los fundadores y sus primeras generaciones de colonos, sino que también dejaron huellas profundas en quienes, años después, regresaron al Club Médico como profesores y guías. Ignacio Miranda, ex colono de los años 80 y actual doctor, recuerda aquellos veranos como momentos de independencia y diversión genuina. “Era algo especial subirse al bus, recorrer caminos de tierra y pasar el día en el club. Las excursiones, las actividades al aire libre, todo estaba diseñado para que uno se sintiera libre y parte de algo más grande”.
Daniela Tapia también fue una colona de esos primeros años. “Recuerdo la emoción de esos veranos”, comenta. “Para mí era una instancia para divertirme y sentirme un poco más grande. Y luego, al crecer, volví como ayudante de profesora, al tiempo que decidía estudiar Educación Física. Las colonias fueron clave en mi desarrollo, y hoy, como mamá, quiero que mis hijos vivan esa misma experiencia”.
La historia de Ignacio y Daniela es especial, se conocieron en el club siendo profesores, se enamoraron, y ahora son padres de colonos. “Cada verano, al ver a nuestros hijos listos para la colonia, siento que estoy devolviendo un poco de lo que me dio el club”, expresa Daniela. Para ellos, las colonias no son solo un lugar de trabajo, sino un espacio donde surgieron amistades y un hogar donde construyeron una familia.
Una comunidad que crece:
Para los profesores que integran y organizan cada verano las colonias, este proyecto es mucho más que una actividad temporal. Carla Molina, profesora y líder del área de párvulo, reflexiona sobre el valor de pertenecer a este equipo: “Las colonias son una familia. Cada año, elijo estar aquí en lugar de tomar vacaciones, porque no solo es un trabajo, es una alegría que se comparte y se transmite a los niños”.
Andrés Muñoz, otro de los profesore, resalta que su paso por las colonias le ha enseñado tanto a nivel profesional como personal. “Aquí vivimos una mini-escuela de vida. Cada verano es una práctica intensiva que nos ayuda a crecer y resolver situaciones que en otro contexto nos tomarían meses. El ambiente de apoyo y compañerismo nos permite dar lo mejor de nosotros mismos”, asegura. La risa, la buena onda y la disposición a aprender son esenciales para el éxito de las colonias, y eso se refleja en la calidad de las actividades y en la experiencia de los niños.
Jorge Lagos, quien lleva más de 25 años participando, destaca el sentido de comunidad que se ha forjado a lo largo de los años. “Las colonias son una familia que no solo trabaja junta en verano, sino que piensa y planifica todo el año para mejorar cada detalle. Aquí he hecho algunos de los mejores amigos de mi vida, amistades que perduran hasta hoy. Esa es la magia de este proyecto: nos da la oportunidad de crecer juntos, de aprender unos de otros y de formar un verdadero equipo”.
La actualidad siguiendo el legado:
Nathalie Novoa, actual coordinadora de las colonias, personifica el compromiso y la dedicación que este proyecto exige. “Para mí, las colonias son parte esencial de mi vida”, dice. Nathalie comenzó en el Club de Campo cuando era apenas una adolescente, atraída por la posibilidad de trabajar en un proyecto educativo y recreativo para niños. Desde entonces, ha pasado por distintos roles hasta convertirse en la coordinadora principal, un puesto que lleva con orgullo y amor. “Las colonias no solo han marcado mi carrera, sino también mi vida. Cada verano es una nueva oportunidad para aprender y para construir algo significativo junto a personas que comparten esta misma pasión”.
Nathalie destaca la evolución de las colonias, desde aquel primer proyecto hasta el actual programa, que busca actualizarse cada año para adaptarse a las necesidades de los niños y jóvenes. “Las colonias son un proyecto vivo, que requiere dedicación y cariño. No es solo recreación, es un espacio de formación integral donde se crean amistades que duran toda la vida. Cada niño que pasa por aquí se lleva algo, y eso hace que todo el esfuerzo valga la pena”, afirma con orgullo.
Un verano de tradición que inspira nuevas generaciones:
Cuarenta años después, las colonias de verano del Club Médico siguen siendo un referente de diversión, aprendizaje y comunidad para las familias médicas. La semilla que plantaron Antonio Mondaca, Sergio Garrido y Juan Esteban Fernández hace cuatro décadas ha crecido y se ha ramificado, dejando una huella imborrable en cada niño, profesor y coordinador que ha pasado por sus filas. Las anécdotas, amistades y valores que se han forjado en estos veranos perduran en el tiempo, y cada año se renuevan con nuevas generaciones.
Hoy, al mirar hacia el futuro, el equipo que coordina y lleva adelante este proyecto se compromete a mantener viva la esencia de las colonias. “Cada verano es una historia nueva que comienza, pero siempre con el mismo espíritu que nuestros fundadores nos dejaron”, concluye Nathalie. Las colonias de verano del Club Médico no son solo un programa recreativo; son una tradición, una familia y un espacio donde se construyen recuerdos y valores que acompañan a sus participantes toda la vida.